Animales Familiares
Animales Familiares
En “Animales familiares”, su segunda muestra individual, los disfraces que en trabajos anteriores vestían a los protagonistas de las obras, son ahora parte inseparable de sus identidades. Los rasgos y características asociadas a cada animal determinan el carácter de los personajes y terminan, en muchos casos, obliterando su personalidad.
GalerÍa
Nota de Prensa
Ana Teresa Barboza trabaja el cuerpo como estructura seccionada, recompuesta y decorada a través de la costura y el bordado. En sus primeras obras [2006-2008], la consciencia del cuerpo humano y sus órganos fueron dura y bellamente representados con una fuerza primal. En “Modos de vestir” [2009], esta mirada sobre el cuerpo y su interior, se desplaza hacia fuera para concentrarse en los vínculos que la unen hacia los demás, utilizando el vestido como medio de socialización.
En “Animales familiares”, su segunda muestra individual, los disfraces que en trabajos anteriores vestían a los protagonistas de las obras, son ahora parte inseparable de sus identidades. Los rasgos y características asociadas a cada animal determinan el carácter de los personajes y terminan, en muchos casos, obliterando su personalidad.
La artista redefine la condición de los seres representados -animales o humanos- quienes adoptan posturas y comportamientos inesperados en situaciones de afecto y agresión. Esta mirada introspectiva explora el lado oculto de la naturaleza humana para presentarlo de una manera delicada, minuciosa, atractiva y socialmente aceptable.
Animales salvajes son amansados mediante la tradición doméstica del bordado, mientras que en el dibujo a carboncillo los humanos juegan peligrosamente a convertirse en seres fantásticos. Así, aparecen detalles de cuerpos en pleno proceso de mutación, donde rasgos animales brotan desde el interior revelando torsos salpicados de plumas multicolores, manos coronadas por garras espinosas, rostros cubiertos de mantos felinos.
Estos animales nos resultan familiares porque nos muestran el lado oscuro que todos llevamos dentro –sea de un león, perro, pájaro, halcón o serpiente- y revelan que la piel, esa primera membrana en sentir y en reaccionar al contacto con el mundo externo al igual que en nuestras relaciones con los demás, es también aquella que acaricia el límite entre lo humano y lo animal.
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